Hay mucha gente que sigue empeñada en la idea de que, para ser buen español, hay que colgar la bandera de España de nuestros balcones, llenar nuestras muñecas de pulseras con todo tipo de consignas, o poner en el coche una pegatina en la que se pueda leer “orgullo de ser español”. No es algo nuevo, pero sí algo que últimamente se viene alimentando desde determinados partidos políticos, sirva como ejemplo Ciudadanos o Vox. No hay más que recordar las gafas de ver españoles de Rivera, o los aspavientos de bandera de Abascal en cada uno de sus actos.

Y no es que no me sienta orgulloso de ser español, o de la bandera de mi país, ni mucho menos. Lo que me rechina es el uso emocional que intentan dar determinados partidos y personas al tema de la bandera, con discursos populistas carentes de valor, pero que, a fin de cuentas, consiguen su cometido. Consiguen tocar la fibra sensible del español de la calle, ese español que lo es por encima de todo y al que le duelen las cosas que ocurren en su país.

Mi bandera es la española, pero no la misma que promulgan estos partidos y personas. A mi bandera no le gusta la corrupción ni el saqueo al que se han sometido año tras año las arcas públicas. Tampoco le gusta rescatar bancos con el dinero de los españoles mientras se les desahucia de sus casas. A la bandera de mi país no le gusta que los jóvenes graduados y licenciados se marchen al extranjero en busca de una vida mejor, por falta de inversión en I+D+i y oportunidades laborales.

No le gusta a mi bandera, ni a mí tampoco. Porque al ciudadano español se le azota cada día con más y más impuestos que luego sirven para el despilfarro y capricho de las administraciones públicas, para pagar obras adjudicadas a amigotes y cargos de confianza. Porque España sigue vendiendo armas a regímenes totalitarios que luego son utilizadas contra su población civil. Y no nos olvidemos que, en España, las puertas giratorias están muy bien engrasadas. Si has sido político y te has portado bien, ¡tienes un puesto en Endesa! O te regalamos un máster.

Estar orgulloso de ser español no es gritar que uno lo es y darse golpes de pecho, ondear una bandera y luego votar a partidos políticos corruptos. Sentirse orgulloso de ser español es vivir en un país en el que no se recorte en investigación contra el cáncer, en el que las leyes protejan a las personas maltratadas, en el que la educación no sea un juguete en manos de gobiernos cambiantes o en el que se consienta a los empresarios contratar a trabajadores 8 horas y luego darles de alta 3.

España es la primera potencia mundial en trasplante de órganos y es uno de los países más seguros del mundo. España goza de un excelente sistema sanitario de todos y para todos y es uno de los destinos turísticos preferidos a nivel mundial. España tiene muchas cosas buenas de las que sentirse orgulloso, pero muchas más que hay que mejorar, cosas, que no se arreglan con una bandera.  O quizás sí.

Cuando no pueda pagar la hipoteca, hágalo con la bandera. Cuando un político sea imputado por algún caso de corrupción, tápese los ojos con la bandera. Cuando el banco le desahucie de su vivienda, acuéstese en la bandera, y si no tiene nada que dar de comer a sus hijos… pruebe con la bandera.

No se crea, yo estoy orgulloso de ser español. De lo que no estoy orgulloso es de vivir en la época que me ha tocado vivir, en la que a través de los sentimientos se manipula al ciudadano, se le esconde la realidad y se le anula la voluntad. Pero claro, ¡Yo soy español, español, español…!

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